viernes, 4 de enero de 2013

Carmen


La Navidad se ha ido. Como se fueron los 49.933 españoles a Alemania para encontrar trabajo. Y ayer justo cuando me iba, tras haber pasado una tarde en Belén, vino mi amiga Carmen a darme un beso. Carmen  es una de mis nuevas amigas, no recuerdo bien cuantos años tiene ( pero no llega a los 12) , es morena, cariñosa y muy risueña.  Ayer me aguantó durante 6 horas seguidas, no se separó de mí en ningún instante, y hasta fuimos juntas al baño;  es lo que tenemos las tías,  que vamos juntas al baño ¿Para qué? Para hablar de ti ( esa es la respuesta que a todo hombre le gustaría escuchar cuando formula esa pregunta).  
Siguiendo con la historia de Carmen, les contaré, que cuando ya nos habíamos despedido, volvió a aparecer, me dio un beso y se fue. Hubo quien, alrededor mía, no lo entendió, pero fue entonces cuando  comprendí lo importante que ella había sido para mí. Se ha convertido no solo en mi amiga, sino en mi invisible número 4. Y sobre todo comprendí que, durante 6 horas, había dejado de ser adulta para convertirme en lo que realmente soy, en mí. Durante 6 horas jugamos a ser Madre e hija, bailamos, gritamos como si fuésemos vendedoras de legumbres y repasamos, una vez más, la carta que habíamos mandado a los Reyes Magos. 

Entendí entonces porque aquel chico de mallas verdes no quería crecer. Yo tampoco. He intentado recordar en qué momento decidí "hacerme mayor". Pero por más que lo he intentado no consigo dar con él. Creo que ese recuerdo no existe, pues pensándolo bien,  no he dejado de soñar con príncipes azules,  tampoco he dejado de ver películas Disney y por supuesto este año también escribí mi carta a sus Majestades de Oriente. Quizás es que no he crecido, pero ya hace casi 10 años que en mi tarta de cumpleaños van dos cifras... Entonces ¿Donde está el límite? ¿Quién o qué haces que seas mayor? Debería haber un señor con barba y anteojos que lo dijera. Lo de la barba es porque los señores con barba suelen ser por excelencia, sabios; y lo de los anteojos es una manía que tenemos los miópes de ponerle gafas a quien no tiene, porque quien no usa gafa siempre dice que  "le encantaría usarlas". Debería ser un señor parecido a Dumbledore, y así arreglaría uno de los mayores problemas de mi vida: saber dónde comer. Es que en mis reuniones familiares, se  ponen dos mesas:  una para los chicos y otra para los mayores;  pero los que estamos en medio , como yo, nunca sabemos cuál es la nuestra. Y me ahorraré mi valoración acerca de en cuál de las dos me lo paso mejor porque "hay juguetes preescolares delante". 


Lo cierto es que aunque en Mercadona hayan dejado de pedirme el DNI para comprar alcohol, en días como hoy ( y en el resto también, sino mentiría) me siento una niña.  Sus Majestades los Reyes de Oriente se están acercando. ¿Acaso no oyes las pisadas de los camellos que vienen cargados con regalos?
En mi ciudad, Sevilla, esta tarde el Heraldo Real le pedirá al Señor alcalde la llave de la ciudad para que mañana, los Reyes Magos, vengan a traer regalos a aquellos que se hayan portado bien. En días así, los sevillanos salen a la calle agarrados de la mano de aquellos que apenas miden un metro y se hacen hueco para pedir algún que otro caramelo. Como mi Carmen.



¡Qué ilusión! Tan solo faltan 24 horas para que los Reyes lleguen a mi casa. No se me puede olvidar abrir la terraza,  poner mañana por la noche un cubo de agua para los camellos... y para los Reyes, dejaré algún que otro bombóm... Vale, también un poquito de coñac que sé que les gusta.













Quizás mi madre tiene razón cuando dice "Somos mayores para lo que nos interesa". Pero aunque siga cumpliendo años y teniendo responsabilidades de persona mayor, aunque vaya a la Universidad sola cada mañana y ya no tengan que darme la mano para cruzar por el paso de cebra; juro que nunca jamás
                                                                                                                                          Voy a crecer 






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