martes, 25 de septiembre de 2012

La gallina y los patitos

"Venía discutiendo mucho con mis viejos. Yo me sentía totalmente incomprendido.
Me parecía imposible no poder entenderme con ellos. Sobre todo, con mi viejo.
Siempre creí que mi papá era un tipo fantástico, y en aquel tiempo lo seguía creyendo. Pero él se portaba como si pensara que yo era un idiota. Todo lo que yo hacía le parecía mal, o inútil, o peligroso o inadecuado. Y cuando yo intentaba explicarlo era peor, no había dos ideas que pudiéramos compartir.
—...Y me resisto a creer que mi viejo se volvió estúpido.
—Bueno, no creo que se haya vuelto estúpido.
—Pero te aseguro, gordo, que se porta como si fuera tarado.
Como si se encaprichara en posturas obtusas y pasadas de moda. Mi viejo no es un tipo tan mayor como para no entender a los jóvenes... decididamente es muy extraño.
—¿Cuento?
—Cuento.
Había una vez una pata que había puesto cuatro huevos...
Mientras los empollaba, un zorro atacó el nido y la mató.
Por alguna razón no llegó a comerse los huevos antes de huir, pero estos quedaron abandonados en el nido.
Una gallina clueca que pasó por allí, encontró el nido sin cuidados y su instinto la hizo sentarse sobre los huevos para empollarlos.
Poco después nacieron los patitos y, como era lógico, tomaron a la gallina como su madre y caminaron en fila tras ella.
La gallina contenta con su nueva cría, los llevó hasta la granja..Todas las mañanas después del canto del gallo, mamá gallina rascaba el piso y los patos se esforzaban por imitarla.
Cuando los patitos no conseguían arrancar de la tierra un mísero gusano, la mamá sacaba para todos sus polluelos, partía cada lombriz en pedazos y alimentaba a sus hijos en sus propios picos.
Un día, como otros, la gallina salió a pasear con su nidada por los alrededores de la granja. Sus pollitos, disciplinadamente, la seguían en fila.
Pero de pronto, al llegar al lago, los patitos de un salto se zambulleron con naturalidad en la laguna, mientras la gallina cacareaba desesperada pidiéndoles que salieran del agua.
Los patitos nadaban alegres chapoteando y su mamá saltaba y lloraba temiendo que se ahogaran.
El gallo apareció por los gritos de la madre y se percató de la situación.
—No se puede confiar en los jóvenes –fue su sentencia— son unos imprudentes.
Uno de los patitos que escuchó al gallo, se acercó a la orilla y les dijo:
—No nos culpen a nosotros por sus propias limitaciones.
—No pienses, Demián, que la gallina estaba equivocada.
No juzgues tampoco al gallo.
No creas a los patos prepotentes y desafiantes.
Ninguno de estos personajes está equivocado, lo que sucede es que ven la realidad desde miradores distintos.
El único error, casi siempre, es creer que el mirado en que estoy, es el único desde el cual se divisa la verdad."
El sordo siempre cree que los que danzan están locos.

El leñador tenaz


"Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que un leñador se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
— Te felicito – dijo el capataz — sigue así.
Animado por las palabras del capataz, un leñador se decidió a mejorar su propio record; así que esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
— Me debo haber cansado – pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de cortar su segundo árbol.
Inquieto por lo que pensaría del capataz, un leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó:
— ¿cuanto hace que no afilas tu hacha?— ¿afilar? No he tenido tiempo de afilarla, he estado muy ocupado cortando árboles."

sábado, 22 de septiembre de 2012

Programa de protección de princesas

De pequeña, bueno y debería confesar que ahora también, me encantaban las princesas. Pero no cualquier princesa, esas que salen en los cuentos, en las películas. Son aquellas que van vestidas siempre elegantes y  no descuidan los detalles. Pero... ¿Es realmente sólo eso una princesa? ¿Tan sólo es una imagen? Entonces... ¿Sería demasiado superficial no? Creo que no... creo que las princesas de los cuentos pueden transmitirnos mucho más de lo que creemos; aunque tal vez, de niños no nos demos cuenta.  Se piensa que los cuentos son solo eso, cuentos... pero ¿De veras es así?¿Los cuentos, son sólo cuentos? Quizás  podríamos encontrar en ellos mucha mas realidad de la que creemos. A veces creo que en la calle me he topado con una "Blancanieves" o una "Bella durmiente"... Demasiado infantil podéis pensar... pero os habéis planteado ¿Qué es de verdad una princesa?

Una princesa no es tan solo un miembro de la familia real, es mucho más que eso. Se sabe si una mujer es una princesa por lo que realmente tiene en su corazón. Todas podemos ser princesas. Las verdaderas princesas son aquellas que no abandonan las "causas perdidas", las están al lado de sus amigos cuando se les necesita y las que no se rinden si las cosas no van bien.  Son leales, curiosas, bondadosas, cariñosas y detallistas, luchadoras, leales y valientes. Veo la curiosidad de "La Sirenita" en las niñas que juegan en el parque y que apenas levantan un palmo del suelo, la valentía de "Mulán" en esa madre que cada mañana saca hacia delante esa casa con tan solo 800 euros de sueldo, o el cariño de "Bella" en esa abuela que cuida de sus nietos aunque esté ya muy mayor. ¿Acaso no estáis vosotros también rodeados de princesas?


viernes, 21 de septiembre de 2012

kiss me

Bésame como si mañana se acabara el mundo, como si la noche no tuviera fin, como si este fuera nuestro último soplo. Bésame como se besan aquellos ancianos antes de dormir, como se besaron Jack y Rose en el Titanic... Bésame

Adelante

Es hora de volver a comenzar. Estrenar zapatos, libros nuevos e incluso sonrisa. Es hora de cambiar, de abrir caminos y cerrar puertas que ya no te conducen a ninguna parte. Es tiempo de encontrarse con uno mismo, de conocerse de verdad y descubrir que quiere de la vida. Siéntate, respira, y ahora repite en voz baja: ¿Qué quiero?
Muchos podrían tener millones de respuestas a esa pregunta, pero no es ahí a donde quiero llegar. Si reflexionamos bien, la pregunta es mas compleja de lo que parece. La vida es demasiado corta, sí, por ello debemos plantearnos unas metas, unos objetivos, y si estos son demasiado difíciles dividámoslos. ¿Cómo? Muy sencillo... Empezaré yo:
"Quiero... quiero ser periodista" Podríamos definirlo como un objetivo a muy largo plazo. Para que se cumpla de manera mas sencilla, puedo empezar poniéndome como objetivos propios, aprobar las asignaturas de ese grado. Empezaré aprobando primero, segundo... y así sucesivamente hasta llegar al último curso. Mientras tanto no debo olvidar disfrutar con lo que hago, a cada momento, a cada paso.
Ahora es tú turno, tu momento, nada ni nadie puede detenerte.
ah! y suerte :)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Mueve(me)

A veces creo que mi vida funciona como un columpio... en ocasiones me impulsan hacia delante e incluso parece que puedo llegar a tocar el cielo... pero otras, vuelvo hacia atrás, deshaciendo todo el camino que había logrado avanzar. Mientras el columpio siga funcionando, no hay problema, la cuestión es: ¿Qué pasará si la fuerza que me empuja desaparece?

¿Donde está?

¿Sabes de estas veces en las que te duele algo dentro de ti pero no sabes qué? La vida  no es justa ¿verdad? . El mundo en el que vivimos no es un mundo perfecto, sin embargo y a pesar de la corrupción, la contaminación o las millones de víctimas que sufren por causas de la guerra en el mundo yo no me puedo quejar. Tengo una casa, una cama caliente que me espera cada noche, un plato de comida en la mesa; puedo asearme, puedo vestir con ropas limpias, e incluso combinar diferentes prendas... Puedo ir a la playa, a la montaña o incluso viajar fuera del país. Sé leer, escribir y contar. He aprendido a pensar, y a decir lo que pienso sin necesidad de ser oprimida por ello. Gozo de buena salud, no tengo ninguna enfermedad grave  ni tampoco suelo enfermar. Estudio una carrera que me gusta, que me ilusiona y que me da fuerzas para seguir con mi proyecto hacia delante. Tengo una familia, que me quiere, que me cuida y que me enseña poco a poco, a ser independiente. Unos amigos que se preocupa por mí, que saben como soy y que a pesar de todo ello, me quieren. Tengo aficiones que me apasionan, y unas ganas de hacer cosas que pocos las superan. Quiero salir, entrar, cantar, bailar, soñar, leer, escribir, amar, besar, querer, sonreír incluso hasta llorar...Pero entonces, me miro al espejo, y no lo veo. No me veo, no me reconozco. ¿Donde está todo aquello que acabo de describir?

29

"Se acabó. No habrá ni una lárgima más. Nadie volverá a atormetarme, desde hoy, y para siempre, pienso ser yo misma, sin ataduras, sin lecciones, sin nada más que yo."
Pero a quién quiero engañar, si soy de las que teme a la soledad, de aquellas que no saben vivir sin amar.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Si te vas


bad day


tanto


31

Ya sabes lo fuerte que grité aquella tarde de noviembre tu nombre. Sabes que no sólo esa, sino todas iban dedicadas a ti. Te echo tanto de menos. Es una espinita que tengo clavada desde que te fuiste, me hacía mucha ilusión que me vieras... Y, aunque en el fondo sé que estás ahí, y que me ves... no puedo evitar echarte de menos. El día de ayer fue muy especial ¿Verdad? . ¿Te gustó mi peinado? Tu también ibas muy guapa... y que guapo iba él ¿Verdad? Se parece mucho a ti. Fue muy bonita la ceremonia, pero me encantó cuando aparecieron en el salón con la canción de Titanic. Menuda romanticona estoy hecha... no sé a quien me pareceré... y el baile y la tarta también fueron muy bonitos ¿Verdad?
Mamá lloro mucho cuando te vio en esas fotos, y yo también... me acordé de aquella tarde en la que me invitaste a merendar, que rico estaba aquel cola cao calentito... mientras veíamos "Sálvame" y criticábamos a Belén Esteban por quitarme el puesto de trabajo.  Sé que la vida no es justa, que siempre se van los mejores, y que a veces no podemos hacer nada por evitarlo, pero me duele, me duele pensar que te fuiste en el mejor momento, y aunque sé que todo esto no te lo estás perdiendo porque lo ves desde allí, necesitaba decirte, aunque fuera por aquí , que te quiero, que te echamos muchísimo de menos. Ojala te hubiera conocido antes... pero no fue así, y no os culpo, las cosas son así y punto, al menos sí que te conocí. Eso me lo quedo para mí

lunes, 3 de septiembre de 2012

El tesoro enterrado

"Había una vez en la ciudad de Cracovia, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río; soñó que a un costado del río y debajo del puente se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda su vida.
Al principio Izy no le dio importancia, pero después de repetirse el sueño durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que él no podía desoír esta información que le llegaba de Dios o no se sabía de dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para una larga travesía y partió hacia
Praga.
Después de seis días de marcha, el anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar, en las afueras de la ciudad, el puente sobre el río.
No había muchos ríos, ni muchos puentes. Así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente ya un costado del río, el árbol debajo del cual debía cavar.
Sólo había un detalle que en el sueño no había aparecido: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.
Izy no se animaba a cavar mientras estuviera allí el soldado, así que acampó cerca del puente y esperó. A la segunda noche el soldado empezó a sospechar de ese hombre cerca de SU puente, así que se aproximó para interrogarlo.
El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que venía viajando desde una ciudad muy lejana, porque había soñado que en Praga debajo de un puente como éste, había un tesoro enterrado.
El guardia empezó a reírse a carcajadas:
Mira que has viajado mucho por una estupidez –le dijo el guardia—. Hace tres años que yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de la casa de un viejo loco, de nombre Izy, hay un tesoro enterrado. Ja... Ja... mira si yo debiera irme a Cracovia para buscar a este Izy y cavar debajo de su cocina... Ja... Ja... Ja....Izy agradeció humildemente al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo debajo de su propia cocina y sacó el tesoro que siempre había estado allí enterrado..."

Las alas son para volar


"Cuando se hizo mayor su padre le dijo: «Hijo mío: no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado».
-Pero yo no sé volar -contestó el hijo.
-Es verdad... -dijo el padre. Y, caminando, lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.
-¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento -contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida.
Los más estrechos de mente le dijeron: «¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco... ¿Para qué necesita volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?».
Los mejores amigos le aconsejaron: «¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero... ¿desde la cima?».
El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero, desgraciadamente se precipitó a tierra.
Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre.
-Hijo mío -dijo el padre-. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.
Para volar hay que empezar asumiendo riesgos.
Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre" 
           

El cruce del río


Había una vez dos monjes zen que caminaban por el bosque de regreso al monasterio. Cuando llegaron al río, vieron a una mujer que lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven y atractiva.
 -¿que te sucede?- le preguntó el más anciano.
-Mi madre se muere. Está sola en casa, al otro lado del río, y yo no puedo cruzar. Lo intenté -siguió la joven-, pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda... Pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora... Ahora que habéis aparecido vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar... 
 -Ojalá pudiéramos -se lamentó el más joven-. Pero la única manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto. Lo tenemos prohibido... Lo siento.
-yo también lo siento- dijo la mujer. y siguió llorando. El monje más viejo se arrodilló, bajó la cabeza y dijo: <<sube>>. 
 La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su hatillo de ropa y subió a horcajadas sobre el monje. 
 Con bastante dificultad, el monje cruzó el rió, seguido por el joven. 
 Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó al anciano monje con intención de besar sus manos. 
-Está bien, está bien -dijo el viejo retirando sus manos-, sigue tu camino. 
 La mujer se inclinó con gratitud y humildad, recogió sus ropas y corrió por el camino hacia el pueblo. 
 Los monjes, sin decir palabra, retomaron su marcha al monasterio. Aún les quedaban diez horas de caminata... 
Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano: <<Maestro, vos sabéis mejor que yo de nuestro voto de abstinencia. No obstante, cargasteis sobre vuestros hombros a aquella mujer a través de todo lo ancho del río>>. 
 -Yo la llevé a través del río, es cierto. pero ¿qué te pasa a ti que todavía la cargas sobre tus hombros?. 

Regalos para el maraja


"Una vez un maharajá, que tenía fama de ser muy sabio, cumplía 100 años. El acontecimiento fue recibido con gran alegría, ya que todos querían mucho al gobernante. En el palacio se organizó una gran fiesta para esa noche y se invitaron a poderosos señores del reino y de otros países.
El día llegó y una montaña de regalos se amontonó en la entrada del salón, donde el maharajá iba a saludar a sus invitados.
Durante la cena, el maharajá pidió a sus sirvientes que separaran los regalos en dos grupos: los que tenían remitente y los que no se sabía quién los había enviado.
A los postres, el rey mandó traer todos los regalos en sus dos montañas. Una de cientos de grandes y costosos regalos y otra más pequeña, de una decena de presentes.
El maharajá comenzó a tomar regalo por regalo de la primera montaña y fue llamando a los que habíanenviado los regalos. A cada uno lo hacía subir al trono y le decía:
—Te agradezco tu regalo, te lo devuelvo y estamos como antes –y le devolvía el regalo, no importaba cuál fuera..Cuando terminó con esa pila, se acercó a la otra montaña de regalos y dijo:
—Estos regalos no tienen remitente. A estos sí los voy a aceptar, porque estos no me obligan y a mi edad, no es bueno contraer deudas.
—Cada vez que recibes algo, Demián, puede estar en tu ánimo o en el del otro, transformar este dar en una deuda. Si fuera así, sería mejor no recibir nada.
Pero si eres capaz de dar sin esperar pagos y de recibir sin sentir obligaciones, entonces puedes dar o no, recibir o no, pero nunca más quedarás endeudado. Y lo más importante, nunca más nadie dejará de pagarte lo que te debe, porque nunca más nadie te deberá nada."

Buscando a Buda

"Un monje partió a un largo peregrinaje para encontrar al Buda. Dedicó muchos años a su búsqueda hasta que finalmente alcanzó la tierra donde se decía que el Buda vivía. Mientras cruzaba el río a ese país el monje miraba alrededor, al tiempo que el barquero remaba. Notó algo flotando hacia ellos.

A medida que se acercaba, se dio cuenta que era el cadáver de una persona. Cuando estuvo tan cerca que podía casi tocarlo, reconoció repentinamente el cuerpo muerto, ¡era el suyo!. Perdió el control y se lamentó al mirarse, inmóvil y sin vida, arrastrado a lo largo de la corriente del río.

Ese momento fue el principio de su liberación" 

La guapa de la fiesta


“Por una vez haré lo que me pida el cuerpo. Por una vez seré lo que me pida yo. Por una vez no voy a escuchar al resto. Por una vez voy a ponerme alas. Tengo que correr... Y ahora toca levantar el vuelo, deshacerme de los miedos, ver el mundo a mi favor... Ahora soy la guapa de la fiesta y no me importa lo que piensas porque ya me quiero yo. Y qué más da lo que ellos piensan, si eso nunca te importó.
Si tratas de cambiarme, estás perdiendo el tiempo. Tengo yo la vez. Si no te gusta lo que ves ya sabes dónde está la puerta.”

domingo, 2 de septiembre de 2012

El verdadero valor de la moneda


rase una vez un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.


-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...». Y, haciendo una pausa, agregó: «Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar».

-E... encantado, maestro -titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergados.
-Bien -continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
-¿Cincuenta y ocho monedas? -exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda."