miércoles, 28 de noviembre de 2012

martes, 27 de noviembre de 2012

¿Por qué estudiar periodismo?

Había perdido la fe en el periodismo, en la objetividad, y por perder, había perdido hasta la ilusión. Me levantaba cada mañana desmotivada, yendo a clase a escuchar a una serie de profesores (más o menos buenos) y  pensando durante ese interminable trayecto hasta la facultad (que suelo hacer en el autobús)  si realmente había escogido la opción correcta. "¿Por qué estudiar periodismo?"

Muchos ya nos habían enseñado que la objetividad como tal no existe, que la información está sujeta no solo a la ideología sino también  a la economía; y como gota que colmaba el vaso, el mundo me demostraba que no hacía falta estar titulado para dar información o expresar tu opinión acerca de un tema en un medio de comunicación. Me demostraba además, que debíamos posicionarnos en un bando u otro para poder ser alguien en el mundo de la comunicación, y que eso de ser "bueno" era demasiado difícil si no se tienen los medios necesarios.
Pero algo dentro de mí insistía en no abandonar, en no caer en el agobio y la desolación. Era algo que me decía que debía continuar.
Hoy todo cambió. Hoy volvieron, volvieron las ganas de informar, de concienciar al mundo de lo que ocurre a nuestro alrededor, de no dejar que nos manipulen y sobre todo, volvieron las ganas de cambiar la realidad.  Volvió la ilusión, esa que me hace trasnochar para saber qué ocurre en unas elecciones, esa ilusión que me hace leer e investigar sobre temas de los que me encanta hablar.
Y es que, tras varios días preparando unas pequeñas preguntas para un trabajo de una de las asignaturas que curso, hoy, realizaríamos esa pequeña entrevista.  Era nuestra primera entrevista, y nuestra "víctima",  un economista de gran renombre y bloguero; que había publicado periódicamente en  ABC, y que muy modestamente había accedido a responder a las preguntas de dos pequeñas periodistas en proceso de construcción. Desde aquí, mis más sinceros agradecimientos, pues sin él no habría sido posible.
No puedo describiros que sensación tuve antes, durante y después de la entrevista, sólo sé que estaba muy nerviosa,sí, pero también ilusionada; emocionada por ese pequeño paso que iba a dar. Es cierto que esas preguntas no se pueden comparar con las que realiza Ana Pastor, como tampoco compararé este post con los que escribe Elvira Lindo. Pero sé que ellas son dos de mis modelos a seguir, y que intenté disfrutar interrogando a este señor. Todo lo que nos contó  me hizo darme cuenta de que en el fondo, aquello que nos enseñan en  la Universidad no está tan desencaminado de lo que es el verdadero periodismo. Y , aunque creamos que hay asignaturas que no sirven para nada o profesores que no saben enseñar, hoy he descubierto que me equivoqué (rectificar es de sabios ¿No?), pues, en cada una de esas palabras escuchadas pude  recordar enseñanzas de mis profesores, de los que me siento orgullosa. Ojalá esta sea la primera de muchas entrevistas,  y ojalá que todas ellas me recuerden que el periodismo nos  forma como personas y nos hace darnos cuenta de que todo lo que ocurre alrededor nos interesa, nos influye, nos condiciona.
¿Por qué estudio periodismo? Porque me muero de ganas de cambiar las cosas, de luchar, de aprender y sobre todo, estudio periodismo por la libertad, principio básico del ser humano, de la persona, y de la que por desgracia no todos pueden presumir. Estudio periodismo porque me gustaría  defender lo invisible, y lo imposible también, pero sobre todo estudio periodismo porque me hace sentir que todo puede se puede arreglar.
Nada como este pequeña experiencia para aprender que la esperanza es lo último que se pierde.

 Y por último y si me lo permiten tengo que darte las gracias a ti,  gran compañera y amiga. ¡Gracias! Por haberme aguantado esos nervios mezclados con café.

domingo, 25 de noviembre de 2012

25N

"Y si tan hombre eres... ¿Por qué no coges la puerta te marchas y nos dejas en paz?" ¿Cuántas veces se habrán preguntado esto aquellas que sufren violencia machista? ¿Cuántos golpes son necesarios para decir BASTA? ¿Cuántas víctimas hacen falta para que nos demos cuenta de lo que está pasando? La violencia de género es mucho mas común de lo que creemos, y es que, sin que nos demos cuenta convive con nosotros cada día ¿Ah no? Veo violencia en las palabras de aquel chico que le pide a su chica que no salga en falda, o que no salga sin él, veo violencia en la cara de una madre que lleva a sus hijos al colegio y que responde con un "Me dí un golpe con la puerta" o " Me caí por la escalera" cuando le preguntan qué le pasó en el ojo. Pero aún más veo violencia en aquellos que creen firmemente en que las tareas del hogar son "cosas de mujeres". El mundo evoluciona, y parece que en eso se nos olvida cambiar. Se nos olvida , a diario, que TODOS somos IGUALES, y que la igualdad no empieza cambiando los muñequitos del semáforo ni dejando de usar el masculino genérico. La igualdad empieza en casa, la igualdad empieza en la escuela y no termina en la universidad, sino que se mantiene hasta el final, porque somos iguales hasta para morir. En lo que llevamos de año fueron 43 las víctimas, mujeres, madres, hijas, nietas, todas ellas, que alguna vez amaron a ese hombre, fueron asesinadas por él, por él mismo por el que habrían dado la vida ¿Qué ironía no? Ante la violencia... TOLERANCIA CERO

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Tuve conocimiento de una niña que, siendo un bebé, le regalaron un osito de peluche. Era un osito blanco, al que llamó, aunque no se sabe muy bien por qué Paco. Apenas daba sus primeros pasos cuando Paco le acompañaba de la mano. Le salieron los primeros dientes y Paco le sirvió de mordedor. Ya pronunciaba sus primeras palabras cuando Paco la escuchaba en todo lo que decía. Y fue así como fue creciendo junto a él, sin que nada los  separase en ningún instante, día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año. Él vio como ella crecía, como del cole pasaba a la universidad sin apenas haber cambiado, seguía siendo aquella niña, y ella, ella vio como él, poco a poco, iba perdiendo su textura, su nariz y sus ojos. Lo cierto es que, a pesar de todo lo que habían dado el uno por el otro, el día que se le partió el corazón, aquello no tuvo arreglo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

co-razones

“No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que sus caderas…  ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras;  y el remolino que forma en cada paso,  en cada gesto…  Pero además le he visto serio, ser él mismo, y en serio que eso no se puede escribir en un poema.
 Por eso, eso que me cuentas de que "mírale, como bebe las cervezas", y como se revuelve sobre las baldosas. ¡Qué fácil parece a veces enamorarse! Todo eso de que él puede llegar a ser ese único motivo de seguir vivo...

Todo eso de que "los besos de ciertas bocas saben mejor" es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que él aparezca de golpe y de enfrente para salvarte...
No sabes lo que es despertarte y que él se retuerza y bostece, luego te abrace y luego no sepas como deshacerte de todo el mundo. Así que supondrás que yo soy la primera que entiende el que pierdas la cabeza por sus piernas, el sentido por sus palabras y la calma por un mínimo roce de mejilla (…) Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que yo también le veo. Que cuando el cruza por debajo del cielo, solo el tonto mira al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio inferior. Que conozco su voz en formato susurro, y en formato gemido, y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices, y el sitio que le tienes que tocar al este de su cintura para conseguir que se ría, y me se lo de sus rodillas(...)

Que yo también he memorizado su número de teléfono, pero también el número de sus escalones, y el número de pasos que hay de su puerta a la mía. Que no solo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores, y yo sí que no puedo decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna, y mira que hay tontos enamorados en este mundo. Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente él, rendido a ese milagro que supone que exista. Que le he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos, y le he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y le he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo (…) Que te entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo, sobre el mismo. Qué razones tenemos todos… pero yo, muchas más que vosotros.”

Te reto


"Te reto… te reto a venir aquí, conquistarme. Conocerme, saborearme, exprimirme, sentirme, serme. Mañana, noche, tarde o nunca. Entre mis sábanas, mis abrazos, mis amigos, mis momentos, mi vida. Te reto, a ti. Ven por mí, con decisión. No dejes que me caiga, ni que me rinda. Atrápame mientras huyo, átame al temor.  Hazme olvidar los desechos damnificados que otros fundaron en mí, sin incluso yo saber. Te reto a que me sorprendas, me intimides, y unas los dos o tres “yo” que todos tenemos. Te desafío, eso sí,… a que me olvides, después.” 

domingo, 11 de noviembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

#2

Ellas también son dos. Les presento a mis dos invisibles. Se montan cada mañana en el autobús, con sus batas de franela, el pelo enmarañado y unos calcetines rayados que desentonan con las zapatillas de estar por casa. Cada mañana, no importa si es Noviembre o Agosto, cogen el autobús exactamente a las 7:30h . Van juntas pero apenas charlan. Será que la costumbre ha hecho que pierdan la emoción de cada día. Los viajeros que suben al mismo autobús que ellas rara vez las miran con, al menos, una pizca de empatía. Todo lo contrario, se apartan y con mucho disimulo, para que ellas no noten nada, apartan sus bolsos del lado en el que ellas están. ¡Cómo nos dejamos guiar por las apariencias! ¿Le tenemos miedo a dos simples mujeres porque su forma de vestir no es la adecuada? ¿O por su etnia? ¿Acaso el resto de mortales no roba? ¿No pide en las calles?  Vivimos en un mundo de estereotipos... donde lo más importante está debajo de esas ropas... donde lo más importante es INVISIBLE.

jueves, 1 de noviembre de 2012

"Lágrimas en el cielo"

Carlos Alsina, Ondacero radio, 1/11/2012, Madrid



"Les voy a decir una cosa.
Esta mañana, Andrés -cuarenta y cuatro años, casado, una hija- se levantó, más tarde de lo que él acostumbra entre semana.
Hoy es fiesta, no tenía que madrugar. Dejó a Elena, que es su esposa, durmiendo en la cama y se fue a la cocina, a prepararse un zumo y un café. Entraba luz por la ventana que da al patio. “Un día soleado”, se dijo,“un día luminoso de otoño frío en Madrid”. Dudó en poner la radio, no fuera a despertarse Elena, pero le pudo la costumbre y le dió al “on”. Escuchó los primeros compases de la tertulia y pensó “sin novedad”. Hablaban del euro por receta, de Hacienda, de Artur Mas. El menú de cada día. Le puso agua a la cafetera, llenó el cacillo, encendió la vitro. Abrió el armario de las tazas.
Y entonces se quedó parado. Con la mano en el tirador, el cuerpo rígido. Una palabra en la radio: suceso. Otra palabra: fiesta. Una ciudad: Madrid. Y la frase corta que le sacude como si fuera el único destinatario del aviso envuelto en luces rojas: tres chicas muertas. Andrés deja la cocina -la cafetera en el fuego, la radio puesta- y avanza por el pasillo con el miedo taladrándole la cabeza. Cuántas cosas puedes pensar en diez segundos. La puerta de la habitación está cerrada. La habitación de la hija. Él agarra con cuidado el picaporte, entreabre, con el mismo cuidado, la puerta. Y su mundo, de pronto, vuelve a estar en orden porque allí está ella. La hija adolescente que ayer salió de fiesta. Durmiendo, segura, entera.
Como Andrés, como Elena, sois tantos, ¿verdad?. Los padres y madre que esta mañana, al prender la radio, al prender la radio, al abrir el ordenador, al ojear el iPad, al conocer la noticia de la muerte de tres jóvenes en la fiesta del Madrid Arena os habéis asomado a la habitación de vuestras hijas para aseguraros de que no fueran ellas.
Otros padres y otras madres cuyas hijas ya no viven con ellos, o no estaban aún durmiendo en casa, agarraron el móvil y las llamaron para eso mismo, para descartar, para saber que esta desgracia no les había golpeado a ellos, para eliminar esa termita de nuestra tranquilidad que es la incerteza, el no saber. Anoche hablábamos de la muerte, en la víspera de Todos los Santos, y hoy nos hemos encontrado de cara, recién amanecidos, con ella.
Hoy nos acordamos de vosotros, los padres que pudisteis respirar al comprobar que vuestras hijas no eran, y nos acordamos, claro, de estas tres familias, de los padres y madres cuyas hijas sí eran. Katia, Rocío, Cristina. La incredulidad, la impotencia y que han invadido -sin pedir permiso- la vida de estos padres  que hoyse sienten como les hubieran abierto el pecho, les hubieran agarrado el corazón y se lo hubieran reventado, ese dolor tan brutal, enorme, que jamás pensaron que pudiera llegar a sufrir.
La incredulidad es general porque queremos creer que las reglas, las normas, los controles, garantizan que nunca pueda ocurrir un suceso como éste. Es absurdo. La muerte no puede llegarte, porque sí, el día que sales de fiesta. Y lo que nos cuesta es aceptar que sí puede ocurrir. Que, a veces, llega. Incluso habiéndose cumplido todos los controles, todas las prevenciones, todas las normas. Esto es lo que está, ahora, en discusión. O en investigación. Si cabe atribuir a alguna negligencia, a algún error de quien organizó la fiesta (o quien hizo las normas), si cabe señalar alguna irregularidad como factor que hizo posible que esto sucediera.
Es comprensible que deseemos que sea así, porque si identificamos ese factor podremos eliminarlo para el futuro. Haremos una norma nueva, implantaremos controles nuevos, inspeccionaremos de otra manera. Y eso nos devuelve una cierta seguridad, esa certeza que buscamos de que las muertes absurdas nunca ocurran. La investigación es todavía incipiente y se basa, en gran medida, en lo que la empresa organizadora declara (corresponde al juez de instrucción irlo verificando) pero no está probado ni que el aforo máximo fuera sobrepasado ni que estuvieran cerradas las salidas, como algunos testimonios de asistentes indicaron en las primeras horas.
No fue una estampida de diez mil asistentes que se encuentran con las puertas de emergencia selladas. La avalancha se produjo en uno de los pasillos de acceso, donde efectivamente tenía que haber mucha gente, como en toda la planta baja, y donde algo provocó que, en esa aglomeración humana algunas personas empezaran a empujar angustiadas queriendo salir a toda prisa, y chocando con los que hacían el recorrido contrario. Ese “algo” que desencadenó el desastre pudo ser, según la policía (hasta ahora sólo una hipótesis) una bengala o un petardo. Pero pudo haber sido cualquier otra cosa. Un tropiezo, un codazo, un empujón. Cuando un pasillo se parece a una colmena, cualquier mecha puede desencadenar una avalancha. ¿Se puede entrar a una macrofiesta con petardos y bengalas? ¿Hay que aumentar la lista de objetos prohibidos en locales con asistencias multitudinarias? ¿Hay que reducir los aforos máximos permitidos para los espacios queden siempre más desahogados de lo que estaba éste? Son preguntas que podemos hacernos, incluso que debemos hacernos. Pero sin ignorar que es muy difícil prever todos los factores posibles.
Que el aforo de un local es la gente que cabe en todo el local, pero eso no evita que se amontonen personas en los pasillos de acceso. Que tal vez lo que debiera asegurarse en fiestas como ésta es que los pasillos estén desahogados para que se pueda transitar sin aglomeraciones. Y que sólo a un irresponsable se le ocurre encender bengalas o petardos en una concentración humana tan enorme como ésta y en un local cerrado. Para las preguntas que están ahí seguimos todos buscando, y demandando, respuestas.
Los padres, los hermanos, los amigos, se estarán haciendo también esas mismas preguntas, aunque ellos de otra manera, porque para ellos la primera de las preguntas es cómo es posible que todo esto no sea un mal sueño del que uno puede despertar, qué sentido tiene que algo tan irremplazable y tan valioso como una persona a la que quieres y cuya presencia te ha acompañado siempre, haya dejar de estar ahí sólo porque a alguien, en una fiesta una noche en una sala, se le ocurrió tirar petardos. Cómo puede haber tanta desproporción entre un acto, ¿verdad?, y sus consecuencias. Para estos padres lo más difícil hoy es seguir. Cuando tu mundo se ha derrumbado, no es que te parezca imposible hacer las cosas, es que te parece imposible seguir.
Eric Clapton, guitarrista, cantante, compositor británico, perdió un hijo hace veinte años, cuando él tenía cuarenta y seis. Tenía un niño, de cuatro años, y de repente dejó de tenerlo. Quién puede prepararte para eso. Nueve meses después de su pérdida Clapton compuso una canción que se llama Lágrimas en el cielo.Comienza con una pregunta que le hace el padre al niño que ha perdido: “¿Sabrías mi nombre si yo te viera en el cielo? ¿Me ayudarías tú a mí a resistir si yo te viera en el cielo?
Tears in heaven es una de las quinientas mejores canciones de todos los tiempos según la revista Rolling Stone.
El tiempo puede derribarte.
El tiempo puede doblar tus rodillas.
El tiempo puede quebrar tu corazón,
Puede hacerte suplicar
Sé que debo ser fuerte
y seguir adelante
porque sé que yo no pertenezco aquí,
al cielo.
Buenas tardes y bienvenidos a La Brújula."