martes, 2 de abril de 2013

Concienciando, Leyendo

Con esto de Twitter una se entera de que hoy, 2 de Abril, es el Día Internacional del Libro Infantil y el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo. Será que no hay días suficientes como para que tengamos que poner dos cosas un mismo día; sin embargo ¿Se han fijado que no es una pura coincidencia? Pues ¿Acaso no se le dice a un niño que parece autista cuando está solo en una esquina leyendo? Cómo somos los seres humanos, ya nos respetamos ni las enfermedades... 

El autismo es un trastorno que afecta a la socialización, así como a la imaginación entre otros. 
Para mi desgracia (o suerte) no conozco a nadie que lo padezca, pero me gustaría. Me gustaría poder hablarles en primera persona de esto por eso me reservo ese post para cuando la experiencia me permita contarlo. 

De lo que sí que puedo hablarles hoy, Día Internacional de la Literatura Infantil y Juvenil, es de esa clase de libros. Amante de la lectura que soy, hoy les muestro una serie de recomendaciones que yo, antes de que la veintena llamara a mi puerta, leía.

Si partimos de los clásicos no puede faltar en ninguna estantería Harry Potter. Un chico al que le llega una carta para ir a un colegio de magos, el sueño de cualquier niño y no tan niño, y que se enfrentará a mil y unas aventuras en las que no sólo predomina la ciencia ficción y la magia, sino también el valor, y lo que es más importante: el amor. 


"Hay muchos tipos de valentía. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos" Albus Dumbledore














¿Otro clásico?
Manolito Gafotas, de Elvira Lindo. Su último libro hace apenas unos meses que fue editado y te deja aún mejor sabor de bocas que los anteriores. ¿Qué niño no ha sido gritado por su madre para que subiera a cenar? ¿Qué niño no ha sentido celos de su hermano pequeño al nacer? Una España vista desde el barrio de Carabanchel (alto). La primera vez que leía la editorial la vista me traicionaba leyendo "alfaguarra". 



"Al final del curso, cuando entregué en casa las notas, mi madre sólo leyó el despiadado suspenso que mi sita me había puesto en Matemáticas. El aprobado en el resto le importaba un pimiento" Manolito Gafotas, ¡Cómo Molo!"




Recuerdo bien cuándo traje de la biblioteca Otto es un rinoceronte. Mi madre se acostó conmigo la noche que empezó a leerlo y me dio mucha risa que el personaje principal dijera "Y un jamón". Un libro simple y sencillo, una historia de amistad en la que pintar en la pared hace que las cosas se vuelvan reales. 


"Topper siguió dibujando y, después de todo, Viggo tuvo que reconocer que le había salido un rinoceronte muy bonito.
—Bueno —dijo Topper al acabar—. Ahora nos vamos a la cocina y bebemos
cuatro o cinco gaseosas. Cuando volvamos verás algo estupendo." 









Se busca príncipe azul, no se aceptan sapos camuflados, de H. Stellmacher. No podía faltar estaba claro. Aparentemente parece un libro quinceañero, más sumergiéndote en sus páginas puedes darte cuenta de lo que de verdad significa la palabra amistad. Un libro que, además te enseña a valerte por ti mismo y a no conformarte. 


"¡Socorro! Envíame toda la energía positiva que tengas, voy a intentar averiguar cómo se llama el tío más bueno que he visto en mi vida... Me tiembla todo... Espero que este príncipe azul no se convierta en sapo como quien tú ya sabes"




Pero si buscamos una verdadera historia de superación y amistad debemos destacar Alicia, Cecilia y sus demonios. Un robo hace que dos personas, aparentemente distintas, unan su vida por medio de la amistad. Pero, como en la vida real no todo es así de sencillo ambas tendrán que enfrentarse a una de las peores enfermedades que puede azotar a una adolescente: la anorexia y la bulimia. 

"Había empezado a comer algo mejor. En parte por aburrimiento y por la imposibilidad de seguir buscando revistas y recetas mágicas para conseguir el aspecto físico que deseaba. Pero, sobre todo, porque ya no estaba segura de que aquél fuera el problema principal. "Desde luego, guapa no soy" "


Una vez gané un concurso por escribir un relato. El premio no pudo ser mejor: una caja llena de libros. Eran muchos pero sin duda, si tengo que elegir me quedo con Memorias de una vaca. Un título que me impactó. 

Sentirse identificada con una vaca no es algo muy común. La mayoría de la gente cree que las vacas son tontas, e incluso las otras vacas piensan que ellas mismas lo son, sin embargo, basta con confiar en uno mismo para demostrarte a ti mismo, y al resto que las cosas no son siempre como parecen. Una vaca que te enseña razones para vivir. 

"El mandato de mi voz interior, o cómo tomé la decisión de escribir estas memorias vacunas"








Y por último les dejo una de mis mejores recomendaciones: Cipi. Fue el primer libro con el que lloré, demasiados sentimientos narrados de manera excepcional que fueron capaces de llegar a mí con tan sólo 12 años y menos de 1,40 m de altura. Es mucho más que la vida de un pájaro. Es, el paso del tiempo, las ganas de volar, es el miedo de vivir y de sentir. Fabulosa metáfora de la vida. Sin duda, fue aquel libro que me enganchó a la lectura, que me hizo comprender que leer libros es una manera más de vivir. 

"-¡Quiero ver lo que hay abajo!
-¡Es demasiado pronto, todavía no tienes plumas y eres pequeño y débil!"

lunes, 1 de abril de 2013

(In)segura


A veces quien menos te lo espera te da un gran consejo. Suena a frase de libro, a película de Hollywood y a canción del Arrebato.  Pero lo cierto es que el pasado Sábado Santo, sentada en un poyete junto a mis amigas Carmen e Irene, apareció mi hermano Carlos, de tan sólo 12 años, y nos puso las pilas a las 3. 

Repartió cuerdas a unos relojes que parecían haberse quedado  parados.

En esto que pasaba el Santo Entierro por la Avenida de la Constitución en dirección Plaza Nueva cuando las 3 a la vez, nos quedamos mirando a una pareja abrazada en uno de los palcos. Suspiramos y nos reímos,  todas habíamos pensado lo mismo. Viendo nuestras miradas de complicidad, mi hermano nos preguntó: “¿Qué miráis?”. A lo que le respondió mi amiga Irene, que dicho sea de paso tiene la misma edad mental (me atrevería a decir incluso inferior) que mi hermano, lo que mirábamos. Éste respondió “Vaya tontería, ¿Queréis que ponga un cartel que diga que estáis solteras?”

Estallamos en una carcajada y le pedí que nos hiciera una foto. Aquel momento era digno de capturar. Aquella mañana soleada de Sábado habíamos comido juntas y muchos secretos fueron los que compartimos. 

De vuelta a casa, caí en la cuenta de que en  las palabras de aquel que me suplica cada noche que le deje un huequito en la cama,  había una gran verdad. El problema es que nosotras habíamos tardado demasiado tiempo en ponernos un cartel en el que mostrásemos lo que valemos.  Somos mucho más de lo que aparentamos, las 3 y, sin embargo, ninguna se había percatado de que ya era hora de mostrárselo al mundo. 


La maja vestida, Goya
Somos much@s, los que a menudo no sabemos lo que valemos. Me incluyo en un grupo en el que la inseguridad es nuestra bandera y la vergüenza nuestro himno. Pero no se confundan, ser inseguro no implica únicamente cambiarse de ropa 244878412545875554758455687455, 544785487855445577544 (utilizo números decimales porque son las veces que me cambio únicamente de zapatos, pañuelos o maquillaje)  sino es mucho más. Las personas inseguras echamos la llave de casa 3 veces y movemos la puerta para comprobar que está cerrada; incluso podemos llegar a mirar a través del espejo del ascensor si hemos cerrado correctamente. Las personas inseguras volvemos a subir para comprobar si está cerrado antes de irnos del todo. Nos llevamos comprobando si tenemos móvil, cartera y llaves en el bolso conforme  pasa el día. La inseguridad es aquella que nos hace pensarnos las cosas más veces de la normales, las que nos hace   convocar una cónclave de amig@s para decidir qué hacer o qué decir. Pero creo que es hora de darle la vuelta a la tortilla porque la parte de abajo se quema. Ser inseguro no puede considerarse una cualidad negativa, quizás algo precavida, pero eso no nos impide realizar locuras, de vez en cuando, como el resto de mortales. De hecho, esas locuras aventuro a decir que nos sientan incluso mejor que al resto, será por la falta de costumbre o quizás, porque sabemos apreciar mejor lo que se sale de nuestros esquemas. Hace poco alguien me dijo que "Sabe más de agua uno que no ha bebido jamás que el que bebe todos los días."

La RAE define la inseguridad como la falta de seguridad (muy aguda y lógica nuestra academia). Una vez más: Difiero. Disentir es algo que me encanta, como las torrijas.  La palabra inseguridad debería tener más definición que esa. Debería ser algo así como "cualidad que puede tener el ser humano y que consiste en ser más precavido de lo normal". Y ya está, y no pasa nada si uno es inseguro, lo que importa es que de verdad se quiera. Ahí está el epicentro de ese terremoto que temen las madres cuando sus hijos crecen y no se dan a valer. Créanme que de eso sé un rato, mi madre ha probado 458648985462232336589856623586954255669 (sin decimales) estrategias para que aprenda a quererme. Si lo ha conseguido o no mejor lo vetamos. Lo cierto es que la mejor sin duda fue colocar una foto de ambas en un powert point que me regaló por mi 18 cumpleaños en la que ella me enseñaba a caminar un día soleado junto a casa de mi abuela. Aquel día comprendí que era lo que de verdad me había querido enseñar durante todos estos años y una de esas cosas era quererse. 

Quererse o no quererse, esa es la cuestión. ¿Cómo empieza uno a quererse? Yo lo intento por las mañanas con una técnica que mi fabulosa Rocío (Merca para los amigos) me ha enseñado y que, con su permiso, comparto con todos vosotros. 

                                        "Soy lo más bonito y follable de este mundo"

Creo que hacía mucho tiempo que no me daban un gran consejo como ese. Fabuloso y muy tqm. Y sirve. Yo me levanto cada mañana y justo antes de salir de casa me miro al espejo y repito la frase. Tranquilos no aparece nadie... o bueno sí: la persona más bonita y follable. Suena algo ordinario, puede, pero a estas alturas y tras haber escuchado frases del estilo "me voy a vestir de mantilla cuando me salgan canas en el chocho" creo que puedo permitírmelo. 

La cuestión es que vivo en una sociedad en la que tengo que  defenderme de no ser facha o burguesa por mi forma de vestir (la forma de pensar les importa bien poco, y el respeto hacia esta muchísimo menos) y me pregunto si realmente somos capaces de desnudar el alma ante los demás. Nuestros amigos o familia son las personas que mejor nos conocen, pero ¿Es realmente cierto? ¿No os pasa que en ocasiones evitáis contar determinadas cosas? ¿Por qué? ¿Miedo? ¿Inseguridad?  No importan las razones por las que no las contamos, quizás miedo a la reacción, al rechazo, o simplemente porque no es el momento y no quieres molestar. 
La maja desnuda, Goya
Tengo una amiga que me contó una vez que si por ella fuera iría desnuda por la calle. Sinceramente, creo que aquellas palabras tenían mas razón que un Santo (refranero cofrade y rancio donde los haya). Si fuésemos desnudos por la calle se nos olvidaría tachar a la gente como roja o azul. Si fuéramos desnudos por la calle, por descabellada que pueda resultar aparentemente la idea, la vida sería natural, como el Trina.



 Seríamos nosotros mismos y estaríamos seguros de ello.