Los helados de chocolate me chiflaban y él lo sabía. Aquella tarde calurosa de Junio, me tapó los ojos, y me llevó a aquella heladería. Sin saber donde estaba, y tan solo sintiendo que estaba sentada en un sofá acolchado tomó mi mano, se acercó a mi boca y dijo: "pruébalo". Tímida, saqué mi lengua, aún con los ojos tapados, pero no, aquello no sabía a helado... pues no era el helado lo que probé, sino sus labios...
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