Bodas de sangre, una tragedia
en verso y en prosa del escritor español Federico García Lorca escrita en 1931. Se estrenó el 8 de marzo
de 1933
en el Teatro Beatriz de Madrid por la Compañía de Josefina Díaz
y Manuel Collado y fue llevada al cine por Carlos Saura
en 1981.
Bodas de sangre, obra que apenas hace un año me estudiaba porque entraba en mis
exámenes de Selectividad. Obra que leí, y que una y mil veces imaginé sentir lo
que aquella novia sentía. Lo que no sabía es que dentro de tan solo un año,
estaría subida en uno de los lugares más mágicos del mundo para mí, representándola. Pero lo que jamás hubiera imaginado es lo que
ha significado esta obra para mí. Lo que empezó un sábado lluvioso de Diciembre y terminó hace apenas unos días ha calado en
mí. Y es que, pienso en Bodas de sangre y pienso en sábados por las mañana
llenos de risas, pienso en Bodas de sangre y pienso en comidas compartidas,
pienso en que los sábados no se comen pucheros sino que se comen bocadillos de
doritos con mojo picón, pienso en escondites de patés detrás de una cortina,
pienso en peinados mientras escuchamos Amaral o Luis Fonsi, pienso en risas en
unos escalones a las 4 de la mañana, pienso en ensayos que se hacían largos y a la
vez demasiado cortos, en canciones que hasta el día del estreno no se escuchan
bien, pienso en aquella vez que grabé un video y me lo censuraron, en aquella
vez que apreté demasiado el bote de cola blanca, y en aquellas veces en las que
las vueltas a casa en el c2 no quería
que se acabaran nunca. Pienso en aquellas palabras que me dijeron al oído, y en
sentimientos que me transmitía la obra como… ¿la venganza? Y es que, si sigo
pensando en Bodas de sangre, se me viene a la mente cada uno de ellos, mis
compañeros, mis amigos, mi familia. Cada uno de ellos, diferentes, pero todos
contagiados por la misma pasión, por eso que se llama teatro. Esos que a pesar
de poder representar cualquier papel siguen siendo ellos mismos… y eso ¿Será
por algo no? Esos que, a muchos conociéndoles de apenas meses han ocupado en mí
un espacio enorme, en mi corazón. Porque al fin y al cabo en eso nos hemos
convertido en un corazón, un corazón que no ha dejado de bombear ni un solo
segundo, un corazón guiado en todo
momento por ella, que no perdió la esperanza nunca, que supo motivarnos a cada
uno de nosotros, capaz de hacernos sentir importantes, de hacernos sentir que
podemos…. También pienso en el
vestuario, y en aquella vez me vestí por primera vez de blanco. Tampoco podré
olvidar la cara de mi madre al verme, como tantas otras cosas de este fin de
semana ha sido única. Ha sido único el sentimiento que inundó aquel teatro el
viernes, el sábado y el domingo. Empezamos con lágrimas, sí, con muchas, pero
creo que terminamos con muchas más. Gracias, a todos aquellos que disfrutaron con
nosotros, a todos aquellos que hicieron posible que esto saliera para delante,
pero sobre todo tengo que darles las gracias a aquellos que perdonaron los “hoy
no puedo tengo ensayo”. Gracias, porque
solo ellos saben lo que esto significa para mí y dejaron que lo disfrutara. A
ti que lo lees: GRACIAS
Yo no lo habría dicho mejor. Me encanta :)
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