A partir de este momento quedan
autorizados para tachar este blog de consumista. LLámenlo si quieren
capitalista, conservador, neoliberal, avaro o explotador. O mejor, llámenselo a
su autora, al blog síganlo visitando que él no tiene la culpa. Tampoco tiene la
culpa de ser tan cursi.
Todos saben qué día es hoy. San
Valentín, “San Calentín”, para los amigos.
Y, sometiéndome a una festividad inventada por
el Corte Inglés, hoy me he dedicado a repartir piruletas rojas.
Aquí les dejo la prueba del
delito.
Ayer, tras recorrer los kioscos cercanos al
hospital compré una bolsa. “Con tantas piruletas vas a hacer rico al del
kiosco”- me han llegado a decir, pero no se engañen. Aquí hemos ganado todos.
Aquí todos hemos sido ricos. Se enriqueció el del kiosco con las piruletas que
le compré. También aquellos que las saborearon al recibirlas.
Más si alguien se enriqueció, esa fui yo.
Y me preguntarán: ¿Por qué? Y yo
les responderé: ¿Y por qué no?
¿Por
qué no hacer que la gente se sienta especial?
Yo soy partidaria de los besos
mañaneros, de los abrazos sin por qué, de las buenas noches por Whatsapp junto
con ese emoticono del besito en las que incluyes uno de los corazones de colores. Me enamoro. Yo, partidaria de los “baja ahora que estoy aquí”, de cenar con
Champagne todas las noches y tomar de postre fresas con nata. Partidaria de los
susurros y caricias por tu espalda, de dejarte en la bandeja de entrada una
canción que me recuerda a ti. De las
noches de cine en un sofá; de los “vístete que nos vamos” y por supuesto, de
los te quiero. Yo, partidaria de las fotos románticas
que se cuelgan en Facebook, de los tweets dedicados y de los regalos
inesperados. Soy partidaria de los paseos agarrados de la mano, y de los “te
acompaño a la puerta de casa”. De los “ojalá estuvieras aquí” y de los “te echo
de menos”.
Soy partidaria de todo eso y más los 365 días del año,
por eso hoy también.
Porque es cierto que nada ni
nadie nos debe indicar cuándo debemos querernos. Pero recordarlo este día, como
otro cualquiera, no nos viene nada mal.
Hoy, he piruleteado por encima de
mis posibilidades.
Quedan autorizados para tacharme
de superficial. Pero cómo bien me ha enseñado mi hermano, les responderé:
“Ahora pregúntame si me importa”.
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