miércoles, 21 de noviembre de 2012

Tuve conocimiento de una niña que, siendo un bebé, le regalaron un osito de peluche. Era un osito blanco, al que llamó, aunque no se sabe muy bien por qué Paco. Apenas daba sus primeros pasos cuando Paco le acompañaba de la mano. Le salieron los primeros dientes y Paco le sirvió de mordedor. Ya pronunciaba sus primeras palabras cuando Paco la escuchaba en todo lo que decía. Y fue así como fue creciendo junto a él, sin que nada los  separase en ningún instante, día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año. Él vio como ella crecía, como del cole pasaba a la universidad sin apenas haber cambiado, seguía siendo aquella niña, y ella, ella vio como él, poco a poco, iba perdiendo su textura, su nariz y sus ojos. Lo cierto es que, a pesar de todo lo que habían dado el uno por el otro, el día que se le partió el corazón, aquello no tuvo arreglo.

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